Es medianoche y estoy sentada en el porche
El rumor de las olas que se
estrellan contra la orilla
actúa como un sedante, aportando un poco de paz al desbarajuste
que llevo dentro.
«Él», el mismo hombre al que no puedo olvidar,
al que
deseo con toda mi alma: su tacto, sus besos, , que
me proporcionan placer y dolor a un tiempo.
Estoy luchando contra el impulso de marcar su número mientras me voy diciendo que no
debo hacerlo.
Si soy sincera conmigo misma, creo que el motivo por el que no me puedo rendir
es muy sencillo.
«Él» sigue siendo el amo de mi corazón y de mi alma, incluso
de mi mente.
Me despedí de él en su día y no lo llamaré. Sé que, si lo hiciera, sería mi perdición.
Volvería a atraparme en su hechizo.
Volvería a estar… perdida.